Matthew John
Publicado en Medium.
Cada mes de junio, en Estados Unidos, sufrimos un aluvión de propaganda anti-china por parte de los principales medios de comunicación y destacados analistas políticos (además de los ataques habituales contra China). La historia ha ido cambiando con el paso de los años y décadas, pero la versión original era más o menos así: el 4 de junio de 1989, tras semanas de manifestaciones estudiantiles, una banda de despiadados y autoritarios soldados del Ejército Popular de Liberación (EPL) entró en la plaza de Tiananmén de Pekín y llevó a cabo una brutal masacre a sangre fría contra pacíficos y desarmados manifestantes “pro-democracia", lo que se saldó con cientos, quizá miles, de muertes espantosas. Esta brutal masacre de civiles inocentes ilustra cuánto odian esos inmundos comunistas la libertad y la democracia, y las medidas que están dispuestos a tomar para impedir que estos ideales superiores arraiguen en su sociedad infernal y distópica.
A pesar de ser completamente ficticia, esta narrativa popular sigue siendo útil para la clase capitalista occidental como método para demonizar a la República Popular China (RPC) y su continuo desarrollo socialista en medio de la nueva Guerra Fría de Washington. Reconociendo esta realidad geopolítica, busqué contribuir al desmantelamiento de lo que sin duda es una de las invenciones de atrocidades anticomunistas más preciadas en el mundo occidental. Esperaba que mi contribución se convirtiera en uno de los últimos clavos en el ataúd de esta crónica falsa. Tras una investigación rudimentaria, me sentí obligado a encuestar a mis seguidores de Instagram -una comunidad en línea de unos 65.000 usuarios- con una simple pregunta:
¿Creen que hubo una masacre (es decir, un asesinato masivo e indiscriminado de manifestantes pacíficos y desarmados) a manos de soldados chinos a principios de junio de 1989 en la Plaza de Tiananmén (Pekín)?
La última vez que revisé esta publicación, 821 personas habían participado, de las cuales el 15 % respondió "Sí" y el 85 % restante "No". Mi página tiene una orientación política claramente comunista, y he publicado sobre este tema en varias ocasiones, además de mis constantes esfuerzos por desacreditar la propaganda anticomunista de forma más amplia. Durante varios años, la mayor parte de mi contenido ha sido inequívocamente marxista-leninista, y se ha hecho un esfuerzo abierto por defender a los países socialistas (pasados y presentes) de lo que considero críticas burguesas injustas o engañosas. Sin embargo, más de 120 encuestados seguían creyendo en la narrativa occidental convencional (la "masacre de la Plaza de Tiananmén"). Quizás no había purgado a suficientes liberales.
Así que me he propuesto explicar con más detalle las motivaciones de esta investigación a mi numerosa audiencia de izquierdas.
He estado leyendo resúmenes de los principales medios sobre la violencia que estalló en los últimos días del movimiento de protesta estudiantil, y el mito de la masacre de la Plaza de Tiananmén ya ha sido desmentido en gran medida. Pero se trata de esta extraña situación orwelliana en la que, salvo algunos periodistas occidentales como Jay Mathews y Richard Roth, muchas fuentes convencionales actúan como si toda esta narrativa de la "masacre" nunca hubiera ocurrido. Roth y Mathews han reconocido abierta y explícitamente que no hubo una masacre y que, como periodistas, tienen la responsabilidad de corregir la información, ya que ellos mismos fueron cómplices de difundir las mentiras iniciales. Sin embargo, otras fuentes occidentales convencionales simplemente analizan la violencia ocurrida en Pekín entre alborotadores y soldados, señalando a menudo correctamente que los manifestantes iniciaron la violencia e incluso mataron a soldados antes de que estos contraatacaran.
Sin duda, estas fuentes utilizan una amplia gama de términos, frases, etc., y la narrativa de la masacre a veces sigue estando muy implícita (algunas, como History Channel, siguen afirmando tajantemente que hubo una masacre en la plaza). Curiosamente, si se lee la entrada pertinente de Wikipedia, por ejemplo, nunca se insinúa que hubo una masacre en la plaza, y se deja claro que fueron los "manifestantes" (alborotadores) quienes iniciaron los actos de violencia letal en Pekín (ninguno de los cuales ocurrió en la propia Plaza de Tiananmén). Incluso el sitio web de Víctimas del Comunismo ofrece un relato matizado y vago al respecto. Lo interesante es que, por lo visto, estas mismas fuentes han abandonado en gran medida la narrativa de la masacre, mientras que el público en general sigue aferrándose al mito.
De hecho, sentía como si la narrativa de la "masacre" hubiera sido desmantelada y dada por muerta. Me engañé momentáneamente, preguntándome si el mito que con tanto ahínco había intentado desacreditar ya había sido descartado y olvidado hace mucho tiempo. Permítanme explicar esto con más detalle para que puedan entender a qué me refiero. Como se mencionó anteriormente, varios comentaristas occidentales de la corriente dominante han rechazado abiertamente la narrativa de la "masacre", entre ellos Nicholas Kristof, Jay Mathews, Richard Roth, Graham Earnshaw, Eugenio Bregolt, Gregory Clark y James Miles.
Mathews cubrió las protestas de Tiananmén de 1989 como jefe de la oficina de Pekín del Washington Post. En 1998, casi una década después de los sucesos en cuestión, el experimentado reportero publicó un polémico artículo en la Columbia Journalism Review titulado "El mito de Tiananmén". En él, Mathews lamenta que "muchos reporteros y editores estadounidenses hayan aceptado una versión mítica de aquella noche calurosa y sangrienta", refiriéndose al 4 de junio de 1989. Tras enumerar varios ejemplos de importantes periódicos estadounidenses que adoptaron y difundieron la narrativa de la "masacre" de la Plaza de Tiananmén, Mathews explica: "El problema es el siguiente: hasta donde se puede determinar a partir de las pruebas disponibles, nadie murió esa noche en la Plaza de Tiananmén". El reportero rastrea entonces el mito hasta sus probables orígenes y recuerda una refutación inmediata, pero ineficaz:
Probablemente el relato más difundido apareció primero en la prensa de Hong Kong: un estudiante de la Universidad de Qinghua describió cómo las ametralladoras acribillaban a estudiantes frente al Monumento a los Héroes del Pueblo, en medio de la plaza. […] El reportero del Times, Nicholas Kristof, cuestionó el informe al día siguiente, en un artículo publicado al pie de una página interior. El mito perduró.
Mathews incluso reconoció su propia complicidad en la difusión de la famosa mentira:
Es difícil encontrar un periodista que no haya contribuido a esta impresión errónea. Releyendo mis propios artículos publicados después de Tiananmén, encontré varias referencias a la “masacre de Tiananmén”. En aquel momento, utilicé esta abreviatura para ahorrar espacio.
Esta admisión fue comparable a la del reportero de la BBC James Miles, quien admitió haber "transmitido una impresión errónea" y que "no hubo ninguna masacre en la Plaza de Tiananmén. A los manifestantes que aún se encontraban en la plaza cuando llegó el ejército se les permitió marcharse tras negociar con las tropas de la ley marcial".
Aproximadamente una década después de la publicación del artículo mencionado de Jay Mathews, un reportero de la CBS llamado Richard Roth publicó un artículo similar, cuyo titular era aún más directo: "No hubo ninguna 'masacre en la Plaza de Tiananmén'". Al igual que Mathews, Roth había informado sobre las protestas estudiantiles de 1989 desde Pekín, donde en un momento dado fue detenido por las autoridades chinas. Roth describió lo que vio mientras era transportado por la plaza en un vehículo militar:
Amanecía. Había cientos de soldados en la plaza, muchos sentados con las piernas cruzadas en la acera en largas filas curvas, algunos limpiando escombros. Había algunos tanques y vehículos blindados de transporte de personal. Pero no vimos cadáveres, heridos, ambulancias ni personal médico; en resumen, nada que sugiriera, y mucho menos probara, que se hubiera producido recientemente una "masacre" en ese lugar.
El periodista también se hizo eco de una opinión que expresé al principio de este artículo: se puede observar un cambio sustancial de tono a lo largo de los años en las principales fuentes occidentales, que parecieron estar ajustando gradualmente el lenguaje que utilizaban para describir esta historia, lo cual posiblemente quede mejor ilustrado por el cambio de terminología de "masacre" a "represión".
Poco antes del artículo de Roth, el ex-funcionario del gobierno australiano Gregory Clark publicó un artículo de opinión en el Japan Times titulado "El nacimiento de un mito de masacre". Clark menciona el artículo de Jay Mathews ya mencionado, así como a tres personas más en las que quiero centrarme brevemente: Graham Ernshaw, Hou Dejian y Eugenio Bregolat. Bregolat fue embajador de España y estuvo en Pekín durante las protestas de 1989. Clark recuerda un argumento importante de Bregolat, según el cual “TVE, la cadena española, tenía un equipo de televisión en la plaza en ese momento, y si hubiera habido una masacre, habrían sido los primeros en verla y grabarla”. (A menudo reflexiono sobre este aspecto de la narrativa sobre Tiananmén: la total falta de documentación en vídeo o fotográfica de esta supuesta “masacre”, en contraste con la creencia generalizada y religiosa acerca de una historia horrible, pero infundada). Las otras dos personas prominentes que Clark menciona, el periodista de Reuters Graham Ernshaw y el manifestante Hou Dejian, estaban en la plaza cuando ésta fue desalojada, y ninguno presenció ningún acto de violencia por parte de los soldados, y mucho menos una masacre épica y a sangre fría de civiles. Además de estas prominentes fuentes occidentales convencionales que aparecen esporádicamente para reconocer que no hubo ninguna masacre en Tiananmén, también contamos con cables filtrados de la embajada estadounidense en Pekín que transmiten un relato del diplomático chileno Carlos Gallo:
[GALLO] OBSERVÓ LA ENTRADA DE LOS MILITARES A LA PLAZA Y NO PRESENCIÓ NINGÚN TIROTEO MASIVO CONTRA LA MULTITUD, AUNQUE SE ESCUCHARON DISPAROS ESPORÁDICOS. AFIRMÓ QUE LA MAYORÍA DE LAS TROPAS QUE ENTRARON EN LA PLAZA IBAN EN REALIDAD EQUIPADAS ÚNICAMENTE CON EQUIPO ANTIDISTURBIOS: PORRAS Y BASTONES DE MADERA; LOS SOLDADOS ARMADOS ESTABAN AHÍ PARA APOYARLOS. A MEDIDA QUE LOS MILITARES CONSOLIDARON SU CONTROL DEL PERÍMETRO DE LA PLAZA, ESTUDIANTES Y CIVILES SE REUNIERON ALREDEDOR DEL MONUMENTO A LOS HÉROES DEL PUEBLO. GALLO DIJO QUE LOS HERIDOS, INCLUIDOS ALGUNOS SOLDADOS, ESTABAN SIENDO TRASLADADOS A LA ESTACIÓN DE LA CRUZ ROJA.
Ahora que la narrativa de la "masacre de la Plaza de Tiananmén" ha sido suficientemente desacreditada, un elefante en la habitación permanece: la violencia letal que tuvo lugar en Pekín, y que constituyó el capítulo final de las protestas estudiantiles de 1989. Como escribió el comentarista político y organizador socialista Brian Becker en 2014: "Lo que ocurrió en China, lo que costó las vidas de opositores al gobierno y de soldados el 4 de junio, no fue una masacre de estudiantes pacíficos, sino una batalla entre soldados del EPL y destacamentos armados del llamado movimiento pro-democracia”
La realidad sobre el terreno, como escribió Mick Kelly, fue que "de hecho hubo una rebelión, de naturaleza contra-revolucionaria, que finalmente fue sofocada por la fuerza militar". Este caos violento incluyó un combate urbano entre soldados del EPL y alborotadores que se habían apoderado de vehículos militares, habían robado rifles y se habían armado con cócteles molotov y una variedad de otras armas. En aquel momento, el Washington Post relató que “en una avenida del oeste de Pekín, los manifestantes incendiaron un convoy militar completo de más de 100 camiones y vehículos blindados”.
Los manifestantes mataron e hirieron a soldados, a menudo desarmados, de forma brutal, incluso golpeándolos o quemándolos vivos, y en ocasiones incluso desnudándolos y colgando sus cuerpos linchados y carbonizados para que todos los vieran. A los occidentales les suele sorprender saber que unas dos docenas de soldados y policías (posiblemente más) murieron en estos enfrentamientos. Al calmarse la situación, el número de muertos probablemente rondaba los 300, lo cual es ciertamente trágico y horroroso, pero mucho menos impactante que las sensacionalistas estimaciones occidentales de miles.
Después de conocer la verdadera historia de Tiananmén, conviene examinar los principales resúmenes occidentales de los acontecimientos en cuestión. Comencemos con el artículo de Amnistía Internacional "¿Qué es la represión de Tiananmén?":
El 4 de junio de 1989, las tropas chinas abrieron fuego contra estudiantes y trabajadores que protestaban pacíficamente por reformas políticas en la Plaza de Tiananmén de Pekín y sus alrededores. Cientos, posiblemente miles, de personas murieron, incluyendo niños y ancianos. Decenas de miles más fueron arrestadas en toda China durante la represión posterior.
Este resumen, a pesar de referirse falsamente a las protestas como "pacíficas", hace un esfuerzo concertado por no ubicar directamente la violencia en la plaza (aunque un lector occidental promedio probablemente pasaría por alto esta distinción y asumiría que el extracto refuerza la narrativa convencional). Los estudiantes y trabajadores habían estado protestando en la plaza y sus alrededores. No necesariamente estaban allí cuando ocurrió la represión. Pero, como mencioné antes, no hay un momento de "seamos más claros y corrijamos algunos conceptos erróneos generalizados". Todo es muy calculado e intencionadamente engañoso. Lo mismo ocurre con este resumen de la Oficina del Historiador del Departamento de Estado de EEUU:
En la noche del 3 y 4 de junio, el Ejército Popular de Liberación irrumpió en la plaza con tanques, reprimiendo las protestas con un terrible coste humano. Las estimaciones sobre el número de muertos varían. El gobierno chino ha afirmado que los heridos superaron los 3.000 y que más de 200 personas, incluidos 36 estudiantes universitarios, murieron esa noche. Sin embargo, fuentes occidentales se muestran escépticas ante el informe oficial chino y, con frecuencia, cifran los muertos en cientos o miles.
El extracto anterior es un ejemplo magistral de cómo insinuar algo sin afirmarlo, lo que deja amplio margen para una negación plausible. Lo que ocurrió inequívocamente dentro de la plaza, según este resumen, fue que el EPL “irrumpió” en ella "con tanques". Cuando el ejército "reprimió las protestas con un terrible coste humano", ¿esto también ocurrió en la plaza? ¿Y con la frase "terribles costes humanos" se refiere a las muertes? ¿Por qué no decir simplemente "muertes"? ¿Por qué poner eso en una oración aparte? ¿Por qué no decir simplemente que los soldados irrumpieron en la plaza y mataron a un montón de gente? Y respecto a la siguiente oración sobre los muertos, ¿seguimos hablando de algo que ocurrió en la plaza? Esto no está claro, ya que estos elementos de la historia están separados por puntuación y se ven envueltos en vaguedades. Como ya he mencionado, es intencionadamente impreciso.
No se presenta una imagen clara de lo sucedido, porque admitir abiertamente que su apreciada narrativa de la "masacre de la Plaza de Tiananmén" resultó ser ficticia sería profundamente vergonzoso, dañaría su credibilidad y debilitaría su narrativa anti-china en el proceso. En cambio, estas fuentes burguesas optan por desmantelar gradualmente la falsa historia de la "masacre" con salvedades y lenguaje astuto, dejando a comentaristas comunistas curiosos como yo confundidos, preguntándonos si dicha narrativa siquiera existió. Incluso la neofascista Fundación Conmemorativa de las Víctimas del Comunismo ha abandonado la narrativa tradicional de la "masacre":
En la primavera de 1989, la plaza de Tiananmén en Pekín fue el epicentro de masivas manifestaciones a favor de la democracia. Las manifestaciones se extendieron a más de 100 ciudades chinas e involucraron a más de 100 millones de personas. De una escala sin precedentes en un país comunista, estas manifestaciones infundieron profunda confianza, fuerza y esperanza a los participantes y a la sociedad en general. Para aferrarse a su dictadura, el Partido Comunista Chino movilizó al ejército, así como a toda la fuerza de la maquinaria del partido y del Estado, para reprimir las manifestaciones del 3 al 4 de junio de 1989. El PCCh afirmó que murieron unas 300 personas. Las estimaciones de ONG, medios de comunicación y agencias de inteligencia extranjeras oscilan entre 2.000 y 10.000 muertos.
The History Channel es la única fuente occidental convencional que pude encontrar que parece no haber recibido el memorándum, pues sigue afirmando que las fuerzas gubernamentales dispararon indiscriminadamente contra la multitud en la plaza, y sigue usando el anticuado e inexacto término "masacre de la Plaza de Tiananmén":
El 4 de junio de 1989, […] tropas chinas y la policía de seguridad irrumpieron en la Plaza de Tiananmén, disparando indiscriminadamente contra la multitud de manifestantes. Se desató el caos, ya que decenas de miles de jóvenes estudiantes intentaron escapar de las fuerzas chinas que los acosaban. Otros manifestantes contraatacaron, apedreando a las tropas atacantes y volcando e incendiando vehículos militares. […] En Estados Unidos, editorialistas y miembros del Congreso denunciaron la masacre de la Plaza de Tiananmén y presionaron al presidente George Bush para que castigara al gobierno chino. Poco más de tres semanas después, el Congreso estadounidense votó a favor de imponer sanciones económicas contra la República Popular China en respuesta a la brutal violación de los derechos humanos.
La fantasía de la "masacre" -una desgarradora historia de soldados sanguinarios del EPL que acribillaron indiscriminadamente con ametralladoras a manifestantes pacíficos y desarmados en la Plaza de Tiananmén- no es el único aspecto de esta historia que Occidente interpreta erróneamente. Recientemente hablé con Sun Feiyang, miembro del Colectivo Qiao, cuyo padre asistió a algunas de las protestas de 1989 en China, sobre las complejidades y contradicciones de este tumultuoso período (escuche nuestra conversación aquí). En 2019, Feiyang escribió sobre la naturaleza de las protestas de Tiananmén, incluyendo muchos detalles desagradables que rara vez se discuten en Occidente. Por ejemplo, los líderes estudiantiles de las protestas a menudo mostraban un desprecio elitista por los trabajadores, acordonando las zonas de protesta para que nadie más pudiera unirse a ellas. El líder estudiantil Wang Dan explicó concisamente este sentimiento cuando dijo: "El movimiento no está listo para la participación de los trabajadores porque la democracia primero debe ser absorbida por los estudiantes e intelectuales antes de que puedan extenderla a otros". Otra líder de la protesta, Chai Ling, anhelaba una masacre de manifestantes por parte de las fuerzas gubernamentales:
Los estudiantes no paraban de preguntar: "¿Qué debemos hacer ahora? ¿Qué podemos lograr?". Me siento muy triste, porque ¿cómo puedo decirles que lo que realmente esperamos es un derramamiento de sangre, el momento en que el gobierno no tenga más remedio que masacrar descaradamente al pueblo? Solo cuando la Plaza esté inundada de sangre, el pueblo chino abrirá los ojos. Solo entonces estará realmente unido. Pero ¿cómo puedo explicarles esto a mis compañeros?
Cuando se le preguntó si permanecería en la Plaza, la autodenominada "comandante en jefe" respondió:
No, no lo haré. Mi situación es diferente. Mi nombre está en la lista negra del gobierno. No voy a dejar que este gobierno me destruya. Quiero vivir.
Liu Xiaobo, quien era considerada una líder más “moderada" de la protesta, creía que China necesitaba "300 años de colonialismo" y más tarde apoyó las invasiones de Irak y Afganistán de George W. Bush. Las protestas de Tiananmén también tuvieron sus raíces en el racismo antinegro y contaron con el apoyo de la CIA, que sacó ilegalmente a activistas de China a través de lo que Newsweek describió como "una red clandestina dirigida por una extraña alianza de defensores de los derechos humanos, diplomáticos occidentales, empresarios, contrabandistas profesionales y los reyes del hampa de Hong Kong".
De hecho, la orientación capitalista occidental de los líderes de la protesta estudiantil, incluyendo su deseo de un cambio de régimen violento, quedó en evidencia. Como señaló Becker: "Los líderes de la protesta erigieron una enorme estatua que se asemejaba a la Estatua de la Libertad de Estados Unidos en medio de la Plaza de Tiananmén. Demostraron al mundo entero que sus simpatías políticas estaban con los países capitalistas, y en particular con Estados Unidos. Proclamaron que continuarían las protestas hasta el derrocamiento del gobierno". Los detalles menos conocidos y esclarecedores de esta historia podrían extenderse durante páginas y páginas, pero considero que exceden el alcance de este artículo. En lugar de una digresión sustancial en este texto, recomiendo explorar la Lista de Lecturas sobre las Protestas de Tiananmén del Colectivo Qiao.
La narrativa de la "masacre de la Plaza de Tiananmén" es, en cierto sentido, un ejemplo clásico de propaganda anticomunista. Incluye elaboradas invenciones, exageraciones, omisiones y dobles estándares. Es repetida una y otra vez por solemnes fuentes oficiales para inspirar una reacción emocional y visceral y, así, moldear la perspectiva de millones de personas. Se excluyen intencionalmente detalles importantes, borrando aspectos fundamentales del contexto político e histórico para reforzar la narrativa burguesa occidental que gira en torno a la naturaleza aparentemente “pro-democrática" de las protestas. Y lo que hace aún más persistente este mito de atrocidad es la amargura y el resentimiento que la clase capitalista occidental cultiva hacia el proyecto socialista chino, que continúa avanzando, tras haber derrotado el intento de contrarrevolución de hace 36 años.
En otro sentido, este famoso cuento de hadas es único. A diferencia de otras fábulas anticomunistas como el "Holodomor" o el "genocidio uigur", ambas falaces pero persistentes, la historia de la plaza de Pekín, bañada en sangre, ha sido abandonada discretamente por la prensa occidental y sus partidarios burgueses. El sensacionalismo caricaturesco original ha sido reemplazado por una reescritura mesurada y minuciosamente elaborada que incluye los mismos temas y acusaciones (autoritarismo, oposición a la "democracia", represión de la disidencia, violencia y brutalidad estatal, etc.). Incluso tras eliminar el elemento central (la masacre ficticia del 4 de junio), la narrativa en sí permanece milagrosamente intacta. China, nos dicen, es un estado policial totalitario que destruye brutalmente la voluntad del pueblo, independientemente de si su gobierno cometió asesinatos masivos no provocados o derrotó una rebelión violenta pro-capitalista respaldada por Estados Unidos.
Ya sea que se le llame "masacre" o "represión", esta narrativa occidental convencional forma parte de un esfuerzo mayor para demonizar a la República Popular China y su abrumadoramente exitosa vía socialista. Sin embargo, las aparentemente interminables representaciones negativas del gobierno central chino que nos inculcan en Occidente contradicen por completo una simple verdad: la gran mayoría de los ciudadanos chinos apoyan a su gobierno (los índices de aprobación llegaron incluso al 95,5 % en una encuesta de Harvard de 2016). Esto se debe a que, a lo largo de su historia -desde el aumento récord de la esperanza de vida bajo el gobierno de Mao, hasta la erradicación total de la pobreza extrema (que representa el 70 % de la reducción mundial de la pobreza), la guerra sin precedentes contra la COVID-19, el avanzado sistema de transporte público y la represión contra los multimillonarios-, el gobierno comunista de la República Popular China ha servido a los intereses de sus ciudadanos y continúa haciéndolo. Y es por esta razón que me siento obligado a dar a las voces chinas la última palabra sobre este asunto:
El cliché de la ignorancia china acerca de la historia del 4 de junio presenta a los occidentales como los verdaderos guardianes de la historia china, y como los justicieros que el pueblo chino necesita para ser salvados del autoritarismo comunista. La omnipresencia de esta mentalidad chovinista se hace evidente en la convergencia entre la derecha neoconservadora y la izquierda anticomunista al proclamar sus clichés de "solidaridad con el pueblo chino" contra su gobierno. […]
Contrariamente a estas creencias infantilizadoras, muchos chinos, jóvenes y mayores, recuerdan 1989. Pero la violencia del 4 de junio se conserva en la memoria silenciosa de la psique china no como un anhelo desesperado de intervención occidental o un cambio de régimen, sino como una trágica consecuencia de las contradicciones de la era de Reforma y Apertura, los legados de la Revolución Cultural y un contexto geopolítico sobredeterminado en el que el bloque estadounidense buscó aprovechar cualquier oportunidad para impedir la continuación del socialismo realmente existente. Lo que la manipuladora conmemoración occidental de las protestas de Tiananmen calla, es el hecho de que ambas cosas existen a la vez: muchos chinos recuerdan con dolor y trauma el derramamiento de sangre, y aún así siguen apoyando al Partido Comunista de China y están comprometidos con la modernización socialista de China.