La recepción del marxismo occidental en China: De observadores cautelosos a participantes activos en la escena internacional
Roland Boer
Traducción y resumen del artículo The Chinese Reception of Western Marxism: From Wary Onlookers to Confdent Participants on the World Stage, publicado en Fudan Journal of the Humanities and Social Sciences (2024) 17:1–22. Artículo disponible en el sitio web del autor.
1. Consideraciones preliminares
Este estudio ofrece una visión analítica de cuarenta años de investigación sobre el marxismo occidental realizada por académicos chinos. El material se organiza en cuatro áreas principales, comenzando por la importancia del contexto más amplio —y en especial institucional— en el que se ha desarrollado esta labor. Aunque existen especialistas que han hecho aportes significativos al estudio del marxismo occidental, es necesario comprenderlos dentro del marco histórico y educativo de China. Por ello, en este inicio se abordan los comienzos de las investigaciones sobre marxismo occidental en el país y se presentan las dos grandes etapas en que se suele dividir su desarrollo, etapas que se distinguen principalmente por las reformas educativas de 2005. Con estos elementos planteados, la segunda parte se concentra en el primer período, que abarca aproximadamente desde inicios de los años ochenta hasta dichas reformas. Se trató de una fase caracterizada sobre todo por investigadores cautelosos, que escribieron introducciones y panoramas generales de autores occidentales. A continuación, se aborda el período posterior a 2005, que cubre las dos últimas décadas y merece más atención, pues puede describirse como una etapa en la que los académicos chinos se mostraron más seguros y activos en el plano internacional, centrando sus trabajos en problemas específicos, en demandas reales y en cuestiones de fondo, particularmente en torno a la economía política, la ecología, la justicia y la filosofía política. Finalmente, se analizan las valoraciones críticas sobre las limitaciones del marxismo occidental, elaboradas sobre todo en esta segunda fase. Dichas limitaciones explican que, si bien el marxismo occidental puede considerarse una expresión legítima de la tradición marxista en un contexto capitalista, nunca ha sido visto como el tronco central, sino como una rama secundaria.
En cuanto a las fuentes empleadas, dada la abundancia de estudios sobre el marxismo occidental en China, se ha recurrido únicamente a artículos aparecidos en revistas reconocidas como centrales por el Chinese Social Sciences Citation Index y por el listado de la Universidad de Pekín. Aun así, los trabajos relevantes son demasiados para ser citados en un solo artículo, de modo que se ha realizado una selección adicional, privilegiando los desarrollos principales y los investigadores responsables de ellos. Casi todos los estudios mencionados fueron publicados en chino.
2. El contexto institucional: De la «herejía» a la «rama»
Para comprender las investigaciones chinas sobre marxismo occidental resulta fundamental situarlas en un marco histórico e institucional más amplio. No se trata simplemente de la labor de individuos destacados, sino de un proceso vinculado con transformaciones en la educación superior china, impulsadas a su vez por el progreso económico, social y cultural abierto desde 1978 con las reformas y la política de apertura. En esta parte se examinan los inicios del estudio del marxismo occidental en los primeros años de la década de 1980, se esbozan las dos etapas principales de desarrollo y se subraya el punto de inflexión marcado por la reforma educativa de 2005, momento en que los “Estudios de marxismo extranjero” se consolidaron como subdisciplina de la nueva disciplina académica de Marxismo.
2.1 Orígenes del estudio del marxismo occidental
En un influyente balance, Chen Shuguang (2018, 10) señaló: “Desde la aparición del marxismo occidental en la década de 1920, fue catalogado inicialmente como ‘no marxismo’ y una ‘herejía’ por la Internacional Comunista”. Esta caracterización marcó la postura de la vieja generación de académicos chinos y siguió siendo dominante hasta comienzos de los años ochenta. La situación comenzó a cambiar en esa época, cuando, bajo la consigna de Deng Xiaoping de “liberar el pensamiento” y “buscar la verdad en los hechos”, se abrió un clima más flexible para el estudio del marxismo. Fue entonces cuando Xu Chongwen publicó su libro Western Marxism (1982), donde ofrecía una panorámica sistemática desde los orígenes de la corriente hasta autores como Lukács, Gramsci, Bloch, Sartre o Althusser. Aunque Xu todavía presentaba estos contenidos dentro del marco heredado de la tradición soviética, su obra y las posteriores investigaciones marcaron un cambio profundo en la manera de abordar el marxismo occidental.
El propio Xu señaló más tarde que no trabajaba en soledad, sino en un ambiente donde instituciones como la Academia China de Ciencias Sociales (CASS) y organismos gubernamentales requerían este conocimiento. Sus conferencias en talleres para docentes organizados por el Ministerio de Educación reflejan la fuerte demanda que existía. Lo que en un inicio parecía un interés pasajero se convirtió en un proyecto de más de una década. Gracias a ello, el marxismo occidental pasó de ser rechazado como desviación a ser considerado una rama legítima del tronco marxista, aunque siempre como una rama y nunca como el núcleo central.
2.2 Panorama de la investigación china sobre el marxismo occidental
Un rasgo característico de la investigación china ha sido la elaboración de estudios de balance, que suelen aparecer en aniversarios significativos, como los de la fundación de la Nueva China o de la reforma y apertura. La mayoría de estos balances coincide en distinguir dos períodos separados por la reforma educativa de 2005. El primero se extiende desde la introducción inicial de Xu Chongwen hasta comienzos del nuevo siglo. En esos años, el debate giraba en torno a si el marxismo occidental era una forma legítima de marxismo científico o si era tan solo un instrumento ideológico del anticomunismo. Sin embargo, la acumulación de traducciones y estudios sobre autores concretos fue generando un consenso: el marxismo occidental representaba una expresión válida del marxismo en países capitalistas. Se trató de una fase centrada en presentaciones iniciales de pensadores, muchas veces a cargo de docentes responsables de impartir cursos sobre el tema.
El segundo período, correspondiente a las dos últimas décadas, marcó un cambio cualitativo. Según Chen Shuguang (2018), los temas se desplazaron de panoramas generales a problemas específicos, de la mera interpretación de textos a investigaciones basadas en cuestiones concretas. Los académicos dejaron de ser espectadores cautos para convertirse en participantes activos, pasando de un monólogo a un diálogo con otros investigadores del mundo. La perspectiva también se amplió, dejando de ser local para adquirir un alcance global. En los últimos años de este período surgió un análisis renovado de las limitaciones del marxismo occidental, esta vez no por desconfianza ideológica heredada de la Unión Soviética, sino como resultado de décadas de investigación sistemática que daban a los académicos chinos mayor confianza teórica.
2.3 El contexto institucional: La reforma educativa de 2005
El punto de quiebre entre ambos períodos fue la reforma educativa de 2005, cuando Marxismo se consolidó como disciplina académica con cinco subdisciplinas, entre ellas los “Estudios de marxismo extranjero”. Con el tiempo, esta estructura se expandió y fortaleció notablemente la investigación: se crearon programas de estudio, centros especializados como el de la Universidad de Fudan, se fundaron escuelas de marxismo donde no existían y se incrementó la financiación. El resultado fue un avance claro en la calidad de la producción académica.
En conjunto, puede afirmarse que la institucionalización de 2005 transformó radicalmente la enseñanza e investigación en este campo. A diferencia de lo que ocurre en muchos países occidentales, donde los especialistas marxistas suelen trabajar de manera aislada, en China los académicos lo hacen dentro de comunidades numerosas que comparten el mismo marco institucional, lo que ha permitido la consolidación de trayectorias largas y sólidas dedicadas al marxismo occidental. Algunos, como Chen Xueming o Huang Jifeng, se han convertido en defensores destacados de sus aportes en el contexto de la reforma y apertura, aunque siempre dentro de la conciencia de que se trata de una rama complementaria, nunca del tronco central del marxismo.
3. Observadores cautelosos: Introducciones y estudios sobre figuras clave
Al considerar la periodización expuesta anteriormente, con sus dos grandes etapas separadas por la reforma educativa de 2005, resulta posible analizar el modo en que se desarrolló cada una de ellas. Ambas tuvieron una duración cercana a dos décadas, aunque con ciertos solapamientos, y el paso de una a otra supuso una transformación cualitativa en la investigación china sobre el marxismo occidental. En este apartado se aborda de manera más breve la primera fase, caracterizada por un enfoque cauteloso, en la que los investigadores se dedicaron sobre todo a introducir y estudiar a autores específicos de esa corriente. En el contexto de los intensos debates de los años ochenta y comienzos de los noventa acerca de si el marxismo occidental era una “herejía” o si debía considerarse un desarrollo legítimo del marxismo, no sorprende que los primeros acercamientos fueran precavidos, realizados por observadores atentos que aún no se sentían plenamente seguros. Era también una época marcada por lo que algunos llamaron una “mentalidad de aprendiz”, resultado de la debilidad económica del país en comparación con la actualidad, de la falta de confianza cultural y de la percepción de que el discurso académico chino era todavía frágil. Bajo esas condiciones, la producción consistió principalmente en presentaciones introductorias y en estudios de los principales exponentes del marxismo occidental.
Fue también el momento en que crecieron las traducciones de obras clave de Georg Lukács, Ernst Bloch, Theodor Adorno, Max Horkheimer, Antonio Gramsci, Henri Lefebvre y Louis Althusser, entre otros. En retrospectiva, esa etapa fue necesaria porque permitió pasar de la crítica inicial al reconocimiento, del rechazo a la referencia y al estudio detallado de estos pensadores. La mayor parte de las investigaciones de esas dos décadas se centró en los representantes del llamado marxismo occidental “clásico”. No sorprende que los trabajos sobre Lukács fueran numerosos, dado que suele ser considerado —aunque con matices problemáticos— el “fundador” de la corriente. Sin embargo, los académicos chinos tienden a matizar la influencia de Historia y conciencia de clase, viéndola como un caso aislado y señalando que solo puede entenderse como decisiva si se separa de la trayectoria intelectual y política global de su autor.
En paralelo, otros introdujeron y promovieron los aportes de Gramsci, en particular sus reflexiones sobre el Estado capitalista, la sociedad civil burguesa, el papel de los intelectuales en los cambios sociales, la importancia de la cultura y los problemas del progreso y la crítica ideológica. Asimismo, se difundieron estudios sobre Althusser, que, aunque acompañados de críticas, funcionaron sobre todo como presentaciones de su desarrollo filosófico inicial, su teoría de la ideología y sus distinciones entre esferas semiautónomas en las que, en “última instancia”, la base económica resulta determinante. También se publicaron análisis sobre Lefebvre, Herbert Marcuse y, de manera destacada, Rosa Luxemburgo, quien fue interpretada por algunos como una fuente de ideas útiles para pensar el desarrollo de una democracia socialista. Estas aproximaciones coincidieron con un momento en que en China crecía el interés por la naturaleza y la evolución de la democracia socialista, la cual más tarde se consolidaría como una democracia popular de proceso completo.
Durante este período inicial se prestó atención incluso a pensadores considerados periféricos o de segunda y tercera fila en Occidente. En parte, ello se explicaba por la necesidad de conocer a los pensadores de izquierda, lo que incluía a Jürgen Habermas, cuyo concepto de “acción comunicativa” fue visto con cierto potencial. Sin embargo, otros nombres mencionados, como Axel Honneth, Hannah Arendt, Alexandre Kojève, Jean Baudrillard, Ernesto Laclau, Chantal Mouffe, Erich Fromm, David Harvey o Slavoj Žižek, eran valorados con mayor reserva. De hecho, la recepción de Žižek fue crítica desde un comienzo; como observó Wu Xueqin: “A menudo es doloroso mirar los problemas ideológicos de la sociedad capitalista occidental contemporánea a través de sus ojos". En síntesis, esta etapa inicial estuvo marcada por trabajos de carácter introductorio y a menudo superficial, lo que llevó a Zhang Yibing a señalar que "la profundidad y amplitud del campo de investigación crítico del marxismo occidental pueden fortalecerse sólo con nuestra propia fuerza interna”.
4. Participantes globales: Temas centrales, demandas realistas e investigación basada en la resolución de problemas
Al ingresar en la segunda etapa, se evidenciaron tres rasgos principales. En primer lugar, los temas propios de la realidad china —aunque con alcance global— comenzaron a orientar los estudios sobre marxismo occidental. En segundo lugar, surgió un nivel más profundo de crítica hacia el contexto y las limitaciones de esta corriente, un tipo de crítica muy distinto a las descalificaciones ideológicas de los ochenta y noventa. En tercer lugar, se consolidó la percepción de que después de 1989 se había producido un viraje cualitativo, aunque en un inicio se manifestara de manera difusa. En este marco, se desarrolló una investigación cada vez más centrada en problemas concretos, en demandas reales y en la identificación de cuestiones clave. Los ámbitos más destacados fueron la economía política, la ecología, la justicia y, en relación con ellos, el creciente interés por la filosofía política.
En cuanto a la economía política, los académicos chinos estudiaron las razones por las que tantos marxistas occidentales la habían dejado de lado, y concluyeron que ello se debía al fracaso de transformar cualitativamente el capitalismo en Occidente, lo que condujo a un desplazamiento hacia el análisis cultural y a la desvinculación de la clase trabajadora y los partidos comunistas. No obstante, el retorno más reciente de algunos occidentales a la economía política, unido a sus críticas al imperialismo y al neoliberalismo, fue bien recibido. Los estudios chinos subrayan que los análisis más útiles son aquellos que no se limitan a discusiones teóricas dispersas, sino que atienden a los problemas estructurales de largo plazo del capitalismo: el imperialismo, la financiarización, el neoliberalismo, la crisis ecológica, la crisis de reproducción social e incluso el capitalismo digital. Solo un enfoque comprensivo de estas relaciones internas permitiría entender la magnitud de los problemas y el declive de las economías capitalistas occidentales.
La cuestión ecológica se convirtió en un tema central, estrechamente vinculado a los problemas surgidos en China durante los “años noventa salvajes”, marcados por la desigualdad regional, la persistencia de la pobreza en áreas remotas, la explotación laboral, la contaminación ambiental y la corrupción. En este contexto, la idea de “civilización ecológica” adquirió gran relevancia, y los estudios de marxistas occidentales como James O’Connor o John Bellamy Foster despertaron amplio interés. En particular, la obra de Foster fue valorada porque retomaba los cuadernos de Marx y Engels sobre ciencias naturales, mostrando que la tradición marxista contenía ya bases sólidas para una reflexión ecológica. Sus aportes fueron vistos como un respaldo teórico a las políticas chinas orientadas a construir una civilización ecológica, expresada en la máxima: “Las aguas cristalinas y las montañas exuberantes son activos invaluables”.
Otro tema clave fue la justicia. Durante la última década, en China este concepto se convirtió en un eje de debates, publicaciones y conferencias. La noción de justicia se articuló con la erradicación de la pobreza, el camino hacia la prosperidad común, el reconocimiento de los derechos sociales, económicos, culturales y ambientales, el acceso equitativo a la educación y la salud, y la seguridad social para la vejez. Frente a esta realidad concreta, los académicos chinos revisaron debates occidentales de décadas anteriores, como los originados en torno a John Rawls o las discusiones sobre si Marx había elaborado o no una teoría de la justicia. Concluyeron que esos debates estaban demasiado marcados por los contextos capitalistas y por preocupaciones teóricas abstractas, mientras que en China el desafío era traducir la justicia en resultados tangibles para la vida de las personas.
Por último, este interés en la justicia condujo a una atención mayor a la filosofía política marxista. Desde 2012, con el impulso al fortalecimiento del Estado de derecho socialista y de la democracia de proceso completo, los académicos chinos han recurrido a pensadores occidentales para mapear sus aproximaciones a la filosofía política. Al mismo tiempo, se preguntaron por qué estas preocupaciones se habían dado en Occidente medio siglo atrás y por qué habían perdido relevancia. Identificaron limitaciones propias del marxismo occidental: la tendencia a tratar problemas aislados, la introducción de teorías ajenas y la diversidad excesiva de propuestas. En contraste, el camino chino se orientó a aprender de esos debates, evitando sus debilidades y avanzando en desarrollos propios. En conclusión, si bien se mantuvo la atención en la economía política y en los debates sobre justicia y filosofía política, el área donde se produjo el mayor diálogo y desarrollo fue la ecología, en la que las ideas de Foster y otros se encontraron con la experiencia concreta de la construcción de la civilización ecológica en China.
5. Reevaluación de los límites del marxismo occidental
Esta sección final examina las limitaciones del marxismo occidental tal como son vistas por los académicos chinos. A primera vista, podría parecer que las críticas más fuertes de la última década constituyen un retorno a las descalificaciones basadas en manuales de los años ochenta, pero un análisis más profundo revela lo contrario. Estas críticas surgen de una investigación cada vez más amplia y sistemática, que ha permitido identificar limitaciones sustanciales de esta corriente. Pueden resumirse en tres cuestionamientos principales, a los que se añade una reflexión sobre los orígenes y el posible final del marxismo occidental.
5.1 Profundidad desequilibrada, pluralidad y «matices utópicos»
El primer cuestionamiento se ha descrito como una “profundidad desequilibrada”. No se trata solo de que los marxistas occidentales se replegaran en las universidades o cultivaran un estilo de escritura demasiado complejo, sino de que ese alejamiento se tradujo en un nivel de abstracción cada vez mayor, lo cual significó apartar el marxismo de su papel de guía para la acción. En otras palabras, la teoría terminó desligándose de la práctica y se perdió así un rasgo vital del pensamiento marxista. Como señala Feng Yanli, “Aunque la investigación marxista occidental concede gran importancia a la práctica, no ha logrado comprender la combinación de teoría y práctica en puntos clave”. Y como subraya Zhang Libo, solo al “Frente a la realidad de la vida social podemos promover prácticamente la interpretación contemporánea de la filosofía marxista”.
La segunda crítica apunta a la pluralidad excesiva dentro del marxismo occidental, un problema señalado tanto en evaluaciones generales como en estudios sobre temas específicos. Con frecuencia parecía que cada autor debía promover una idea novedosa o aferrarse al tema de moda para ser reconocido. Para los investigadores chinos, esta dispersión resulta problemática porque dificulta definir los rasgos centrales de la corriente. Algunos advierten que la “tendencia pluralista” puede llevar a que “Los principios básicos del marxismo serán negados y distorsionados”. Otros explican esta proliferación como reflejo de la inestabilidad de la base económica capitalista, que genera giros y modas teóricas. De ahí que se considere que estas oscilaciones solo pueden entenderse en el marco de los ciclos propios del capitalismo, lo que a su vez limita el alcance del marxismo occidental, ya que lo mantiene concentrado en el capitalismo y lo aleja de la dimensión crucial de pensar el socialismo como proyecto en construcción.
El tercer cuestionamiento está vinculado con los anteriores y se refiere a un marcado “tono utópico”. Como ha señalado Chen Shuguang, “Al marxismo occidental le gusta producir hermosos planos, pero estos también están llenos de un típico matiz utópico, y este “matiz utópico” determina el valor limitado del marxismo occidental”. No sorprende, por ello, que pensadores posteriores como Alain Badiou, Slavoj Žižek o Terry Eagleton recurrieran a un regreso parcial a los orígenes del cristianismo para revitalizar una idea utópica de revolución o del “ideal comunista”.
5.2 Sobre los orígenes del marxismo occidental
El debate sobre los orígenes del marxismo occidental muestra que esta línea de investigación no es nueva, aunque en la última década haya recibido mayor atención. Los académicos chinos la abordan de manera exhaustiva. Señalan, por ejemplo, la temprana fractura ideológica entre los partidos de Europa occidental —en particular la socialdemocracia alemana— y los bolcheviques tras la Revolución rusa. Esa fractura se amplió hasta marcar la diferencia entre un marxismo “ortodoxo”, asociado a los países con partidos comunistas en el poder que emprendían la construcción socialista, y un “marxismo occidental” que oscilaba entre la crítica y el rechazo abierto a cualquier experiencia socialista. En resumen, se trataba de la distancia entre un socialismo en el poder y un marxismo alejado de ese poder.
Otro aspecto central es la valoración de los primeros pensadores vinculados a esta corriente. Aunque se menciona a Karl Korsch y su obra Marxism and Philosophy, la atención se ha concentrado en Lukács y en Historia y conciencia de clase. Esta obra, publicada en 1923, fue objeto de numerosas reimpresiones y siempre acompañada por prólogos autocríticos. Los investigadores chinos destacan dos elementos: en primer lugar, que los marxistas occidentales aislaron este libro del conjunto de la evolución intelectual y política de Lukács, erigiéndolo tardíamente, en los años cincuenta y con más fuerza en los setenta, como texto fundacional de sus posiciones ideológicas; y en segundo lugar, que el propio Lukács, a medida que maduró su comprensión del marxismo, criticó con severidad los errores teóricos de su obra temprana. Reconoció el idealismo residual, la sobrevaloración de la subjetividad del proletariado y, sobre todo, la negación de la dialéctica de la naturaleza. Para él, esa inmadurez supuso una “ausencia completa” de la universalidad del marxismo. Llegó a afirmar: “Son precisamente aquellas partes del libro que considero teóricamente falsas las que han sido más influyentes”. De esta manera, aunque Lukács negó en repetidas ocasiones ser fundador de esta corriente, las secciones más erradas de su obra fueron aisladas y convertidas en referentes por el marxismo occidental.
5.3 ¿El fin del marxismo occidental?
El último debate se refiere a la posible conclusión del marxismo occidental. Algunos sostuvieron que terminó en 1968, con las protestas estudiantiles y las obras de Althusser y Adorno. Desde esta perspectiva, el período entre los años veinte y 1968 conformaría un “marxismo occidental clásico” que debía ser el objeto de estudio. Otros fueron más allá y afirmaron que, tras esa fecha, las múltiples “escuelas” que aparecieron ya no podían considerarse marxistas. Frente a ellos, algunos matizaron que no hubo un final, sino una transformación.
En realidad, este debate posterior a 1989 revela un intento de comprender los cambios cualitativos provocados por el colapso de la Unión Soviética y las transformaciones en Europa del Este, aunque a menudo se proyectara equivocadamente el “fin” hacia los años sesenta. La discusión se entrelazó con el auge del “posmarxismo”, que adquirió notoriedad tras 1989. Este abarcó corrientes diversas, muchas de ellas alejadas de los principios marxistas básicos, y se vinculó con los nuevos movimientos sociales, el feminismo, el antiglobalismo, los debates sobre modernidad y posmodernidad, así como con la crítica poscolonial.
Todo ello coincidió con un abandono de principios fundamentales como la centralidad de la clase, la ley del valor o el papel del proletariado y del Partido Comunista. Para los académicos chinos, este proceso fue interpretado como una “crisis suspendida” del marxismo occidental durante los años noventa y la primera década del siglo XXI, marcada por renuncias metodológicas y giros reaccionarios disfrazados de comunismo. Cuando esa etapa llegó a su fin, se intensificaron las críticas —frecuentemente duras y reveladoras— sobre la complicidad del marxismo occidental con la lógica de la Guerra Fría.
6. Conclusión: El marxismo occidental como corriente dentro del marxismo general
En resumen, he intentado presentar una visión general del estudio y la recepción del marxismo occidental en China. Para comenzar, destaqué el contexto más amplio de los últimos cuarenta años, en especial la “liberación del pensamiento” que marcó el inicio de la reforma y la apertura, y cómo ese ambiente dio lugar al primer estudio de Xu Chongwen en 1982, el cual tuvo un gran impacto. Otro momento decisivo fue la reforma educativa de 2005, cuando el marxismo y sus subdisciplinas recibieron un apoyo institucional y gubernamental significativo, lo que impulsó las investigaciones sobre el marxismo en general y, en lo que aquí interesa, sobre la subdisciplina de los estudios de marxismo extranjero. A partir de allí propuse una periodización en dos bloques de veinte años, divididos justamente por esa reforma, y en el resto del trabajo intenté describir los principales desarrollos.
En la primera etapa, el análisis fue relativamente breve, ya que los investigadores chinos se mostraban cautelosos y se limitaban en gran medida a redactar introducciones y panoramas sobre los pensadores marxistas occidentales. El material más sustancial apareció después de 2005, momento que dividí en dos apartados: por un lado, el estudio de los temas centrales de economía política, ecología, justicia y filosofía política; y por otro, un examen crítico —ya apoyado en investigaciones profundas y bien fundamentadas— sobre las limitaciones del marxismo occidental. Podría decirse que los académicos chinos han buscado cada vez más identificar qué resulta útil en este corpus, aprovechar formas de fertilización cruzada (He 2022) y, al mismo tiempo, desechar lo que consideran sobrante.
En la conclusión, quedan tres cuestiones por señalar: cómo definen los estudiosos chinos el “marxismo occidental”; cuál es su lugar dentro de la tradición completa del marxismo; y qué papel desempeña el marxismo chino en la escena internacional. En cuanto al primer punto, cabe preguntar si “marxismo occidental” se entiende como una categoría geográfica o ideológica. La respuesta no es excluyente, sino doble: aunque tiene un componente geográfico, dado que surgió en unos pocos países de Occidente, también constituye un marcador ideológico y político (He 2009, 274–75). El hecho de que el marxismo occidental se consolidara en oposición al “marxismo ortodoxo” de los países socialistas —primero la Unión Soviética y luego cualquier otra experiencia semejante— muestra claramente su carácter ideológico. Este rasgo se ha visto tanto como una ventaja como una desventaja. La ventaja consiste en su capacidad crítica, en no aceptar ortodoxias y en mantener la conciencia de que el marxismo debe desarrollarse según las circunstancias históricas. El interés inicial en China durante las décadas de 1980 y 1990 estuvo motivado por el deseo de superar el sistema de manuales heredado de la Unión Soviética y las limitaciones que este imponía, aunque en los últimos años se ha revalorizado parcialmente la utilidad de los manuales y la necesidad de elaborar nuevos (Wang 2018a, 2018b).
Al mismo tiempo, las desventajas de esa distancia del marxismo occidental respecto del socialismo en el poder son múltiples, entre ellas el alejamiento de la finalidad central del marxismo, la ruptura con la corriente principal de la tradición y la tendencia, explícita o implícita, a alinearse con la lógica de la Guerra Fría. Estas limitaciones eran intrínsecas al marxismo occidental, ya que defendía una posición en desacuerdo con el núcleo de la tradición (Wang y Chen 2011, 6–7). Por ello, una insistencia constante en la investigación china es que, aunque en algunos aspectos puede considerarse un desarrollo legítimo, no constituye el cauce principal. Formar parte de ese cauce implica reconocer, asimilar y continuar toda la tradición. Dado que el marxismo occidental tiende a recortar la herencia, concentrándose solo en Marx y negando a Engels y a los desarrollos posteriores, no puede situarse en el tronco central: es un afluente, pero no la corriente mayor.
¿Y qué entendemos por corriente principal? De manera inicial, abarca los desarrollos —y también los problemas— que van desde Marx y Engels, pasando por Lenin y Stalin y la experiencia soviética, hasta llegar al marxismo chino desde Mao Zedong hasta la actualidad. La tarea, entonces, consiste en un desarrollo constante de los principios básicos del marxismo, atendiendo a juicios concretos y problemas prácticos que exigen solución. De este modo queda claro que, mientras el marxismo occidental representa un afluente, el marxismo chino se concibe plenamente como parte del cauce central (Lu 2007, 97; Sun 2011; Wang Xinyan 2018).
Por último, los avances de la segunda etapa —y especialmente de la última década— de las investigaciones chinas sobre el marxismo occidental pueden entenderse como una manifestación de la llamada “confianza cultural [文化自信 wenhua zixin]”. Esta confianza es fruto de la transformación económica de China y de su irrupción en el centro de la escena internacional, aunque forma parte de un conjunto más amplio, los “cuatro tipos de confianza [四个自信 sige zixin]”: confianza en el camino, en la teoría, en el sistema y en la cultura del socialismo con características chinas. En este sentido, los estudiosos del marxismo occidental integran un movimiento de mayor alcance. Para Feng Yanli (2021), el marxismo chino ha pasado al primer plano mundial y ha dejado atrás la “mentalidad de aprendiz”: ahora puede nutrirse de lo mejor de otros lugares, mantener una actitud científica sobria y trabajar en la promoción del marxismo global (véase también Chen Xueming 2017). Según Feng, el socialismo con características chinas constituye hoy la forma más fuerte y desarrollada de socialismo en el mundo, lo que implica que el marxismo occidental debe comprenderse como una parte de una dinámica global mucho más amplia.